Por ANA REY. Entre las cosas que heredé de mis padres se encuentra un cuadro que me gusta mucho. Intuyo que representa un paisaje muy cercano y admirado: la isla de Tambo vista desde una zona elevada de Marín. En un primer momento busqué la firma del artista y algo me Ilamó la atención… no logré encontrarla.
Pero la pintura suscitó mi interés y provocó en mí una reflexión: ¿cuántas obras anónimas, inéditas y valiosas circulan por nuestra geografía? Durante muchos siglos, con excepción de la cultura griega, el artista carecía de prestigio social, era considerado como artesano. Sus obras, salvo excepciones, eran anónimas.
Fue necesario llegar al Renacimiento para que se recuperaran los valores antropocéntricos del clasicismo griego. Surgieron obras de arte que rescataron rasgos del extraordinario legado artístico de Grecia. Aparecieron de nuevo nombres propios en el arte que revolucionaron el mundo de la cultura. A partir de este momento los artistas firman sus obras, adquieren prestigio social aunque están sometidos a los mecenas que financian sus obras, la iglesia y la nobleza. Su libertad es el medio, la materia prima de su trabajo: los colores, las formas, la perspectiva, como distribuyen por el lienzo las sombras y las luces…
En el mundo actual el artista es más libre aunque, en cierto modo, tiene un límite: la dependencia del mercado del arte. Pero, volvamos al cuadro. Es cierto que el anonimato, a veces, es voluntario. Aunque, en algunos casos, el estilo es tan definido que podemos hacer una aproximación a uno de los posibles artistas que lo pintaron. Así, observamos el tema, un paisaje gallego en que se intuye, desde la distancia, una isla sobre el mar y de fondo un perfil montañoso con un sol declinante que inunda de una Iuz anaranjada parte del cuadro.
Si nos detenemos en los aspectos formales y técnicos tendremos que observar si se trata de un cuadro abstracto o figurativo, realista o impresionista, cuáles son los colores predominantes, el empleo de la Iuz y la perspectiva, si es un óleo o una acuarela, como es la pincelada y si nos recuerda a otras obras parecidas.
En conclusión, de este podemos decir, desde una mirada objetiva, que es un cuadro de un paisaje gallego, que es figurativo, que está pintado al óleo y que el color más llamativo es el proyectado por la Iuz del atardecer con el sol descendiendo tras las montañas. Por la forma, podría ser la isla de Tambo y, el perfil de las montañas del fondo nos recuerda al monte Castrove.
Complementariamente, pero desde una mirada subjetiva, podría describir las sensaciones que me despierta. Los recuerdos que me convoca. Cada espectador percibe la obra artística desde su propia mirada y así la completa. El artista como el escritor son comunicadores a través de la imagen o de la palabra. Suscitan emociones e inquietudes y comparten su creatividad con nosotros, ese mundo de la cultura que es un regalo que nos alegra la vida. Pero este análisis fue insuficiente… ¡a cuántos artistas gallegos se le podía atribuir!
Volví al cuadro, mire y remiré por todos los rincones del mismo hasta que arriba, a la izquierda, algo escondido y difuminado por el paso del tiempo, distinguí un nombre cercano que dio entonces sentido a mi búsqueda: MANUEL TORRES…
Ana Rey