El Parque de los Sentidos de Marín donde los árboles se convierten en lápices de colores y el viento tañe música

El Parque de los Sentidos en Marín ofrece un espectacular escenario para la vista, oído, tacto, gusto y olfato de los visitantes.
23 de julio de 2023

Dice la leyenda que hace muchos, un Viejo Gnomo que habitaba en el Lago Castiñeiras de Marín se enamoró de una bella y joven Sirena varada en la Ría de Marín y Pontevedra. A ella no le importó su reducido tamaño ni sus siglos de edad porque con él aprendía cada día algo nuevo. Para él tampoco supuso un impedimento su plateada cola de pez ni su lozanía porque ella le enseñaba a sorprenderse. Se querían tal como eran, con sus rarezas y diferencias.

Así que una mañana ambos, el Viejo Gnomo y la Sirena de Ébano, decidieron recorrer sus respectivos caminos y contravenir los convencionalismos sociales para acudir a la Finca de Briz, donde moraban las hadas del bosque. Al llamar a la puerta, una de esas Hadas vestida de verde, les abrió la puerta con gentileza. Un poco tímida la Sirena le explicó que se habían acercado para pedirlas un deseo: estar juntos de por vida y ajenos a las miradas críticas.

Cuando la Hada Verde y el resto de campanillas y duendecillos del Bosque escucharon su hermosa historia de amor les recomendaron quedarse a su lado para que nadie les pudiera criticar ni perturbar su sueño. Para la Sirena crearon un pequeño lago cuyo sistema permitía obtener agua fácilmente por si la necesitaba con urgencia. Para el Viejo Gnomo construyeron un bosque en el que los árboles en vez de morir se convertían en afilados lápices de colores.

Solo pusieron una condición: por el día, tanto el Viejo Gnomo como la Hermosa Sirena se convertirían en estatuas de ébano para no asustar a los más pequeños. Pero volverían a juntarse con el primer haz luminoso de la luna recobrando su estado natural hasta el primer rayo de sol que les volvería a su estado inerte de madera lejos de las miradas corrosivas.

El Viejo Gnomo y la Sirena

Ambos aceptaron de buen grado con tal de poder permanecer unidos hasta la eternidad. Así surgió el Parque de los Sentidos en Marín. Dicen quienes viven alrededor del parque que por las noches se escucha música. Los más incrédulos lo achacan al feroz viento que sopla en ese rincón de Marín, pero pocos sabemos que es el Viejo Gnomo quien tañe con dulzura el silofón para acompañar en su canto a la Sirena mientras baila y salta dazarín por un suelo de cuerdas elásticas.

Orgullosas de su trabajo, las hadas contemplan su maravilloso hechizo y continuan sus labores para que el ser humano no olvide cada uno de sus cinco sentidos a través de las pequeñas cosas: el rocío de la mañana, los aromas olvidados, las sensaciones infantiles, las notas de música de los villancicos, el canto de los pájaros, el color de la tierra mientras jugamos…

Por eso, cuando uno se acerca al Parque de los Sentidos se le olvida que allí durante siglos vivieron los monjes de Oseira cistercienses hasta que la desamortización de Mendizabal les obligó a cederla a Roberto Munaiz en 1838 y después por la familia Briz.

La Granja Briz

En 1942 sus descendientes decidieron construir en la finca, un chalé que se convertiría en residencia de verano de la familia Briz Saraiva y es entonces cuando pasaría a conocerse como «Granja Briz», antes “Granda da Costas”. La finca llega hasta los margenes del río Lameira. El lugar de esparcimiento es considerable, ocupa una superficie de 23.690 metros cuadrados. En el de año de 1999 fue comprada por el Ayuntamiento de Marín que procedió a acondicionarla para ocio y recreo en el 2011.

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