Arantza Portabales, Inma López Silva, Ledicia Costas, Fina Casalderrey, Ana Figuerido, Antía Yañez, Montse Fajardo, Ana Cabaleiro, Berta Dávila, Marilar Yañez… nombres propios de la literatura femenina gallega contemporánea que han pasado por el Club de Lectura Amarinda. La lista completa sería interminable, pero aparece en la hoja manuscrita que nos preparó una de las fundadoras, Ana Fraga, haciendo memoria de cada una de las escritoras que se han acercado a sus instalaciones y conocido. Se trata de un recuerdo precioso que le solicité y muestro orgullosa como un tesoro. Hasta una servidora, siendo la única hasta el momento en castellano, no hay escritora gallega que se precie que no haya acudido al escrutinio de estas lectoras empedernidas, resistido a sus incisivas preguntas sobre la trama o los personajes, ni tampoco escatimado bocado en los manjares preparados con tanto esmero y cariño.
El Club de Lectura Amarinda surgió en 2017 en la parroquia de Mourente (Pontevedra), a quince minutos de Marín, gracias a la iniciativa del dinamizador Daniel y dos fundadoras: María Lores y Ana Fraga, al que luego se unió una tercera y el resto, entre ellas, Pilar Rodríguez. Así hasta diez mujeres de la zona, aunque en los encuentros con autoras suelen unirse madres, hijas y otras vecinas. El único requisito: ser mujer, de edades dispares, desde 18 a 80 años.
«Fue en ese momento cuando el dinamizador Daniel nos propuso crear un grupo de mujeres que leyeran a otras mujeres escritoras gallegas», explica María Lores, que con esta iniciativa acotada pretendían fortalecer la repercusión de las autoras gallegas, quizás con menos apoyos. Lo llamaron Amarinda en honor a Víctor Fernández Freixanes, periodista, editor, profesor de universidad y presidente de la Real Academia Galega, ganador del Torrente Ballester en 1993, «porque él tiene una de las mejores descripciones de Mourente que se pueden leer en la literatura gallega, de hecho en un Cuturgal, se lo comenté. Me acerqué a él para indicarle que en Mourente habíamos creado un Club de Lectura en honor a su libro y le encantó«, advierte Lores. Él, aún, no se ha expuesto a la crítica de estas mujeres, al tratarse de un hombre, pero todas aseguran que si alguna día el Club se abriera a hombres autores gallegos, sin duda, Freixanes sería el primer invitado.
El gusto por la lectura las unió. “Antes había un contacto diferente en la aldea que ahora estamos perdiendo. Puedes llevarte muy bien con el vecindario pero cada uno está en su casa», incide Ana Fraga. «Nos dimos cuenta que hay mucha gente mayor, muchas mujeres viudas que viven solas o casi solas y esas mujeres decían que en invierno a las 18:30 se iban para la cama aburridas porque no tenían nada que hacer porque total van a estar viendo la televisión. Aunque parezca una tontería, desde ahora se ha creado un grupo que ya tiene sus actividades de memoria, de manualidades y la vida les ha cambiado. Han socializado y se encuentran mejor», explica María Lores.
María Lores, presidenta de la Asociación de Mulleres Rurais Amarinda y Ana Fraga, miembro fundadora
El enganche de las autoras en vivo
El gran acierto del Club de Lectura Amarinda fue pensar en grande, no conformarse con leer un libro, sino traer a la escritora que lo escribió. «Para mí eso supuso el gran enganche y la verdadera motivación para leer los libros que se proponían», advierte Pilar Rodríguez, «si no hubiera estado la autora, puedes dudar, lo puedo leer o no, comprar o no, pero si tienes la suerte de que una buena escritora venga a tu misma casa ni te lo vas a pensar. Lo vas a leer con detenimiento para poder preguntar y aprender».
El primer Club de Lectura tuvo lugar el 16 de abril de 2017 con Inma López Silva, autora del «El libro de la hija», que ya ha asistido cuatro veces para presentar otros libros. Inma, generosa como es, se prestó a comentar su obra sin conocerlas de nada ni si quiera saber dónde se encontraba Mourente. «Después de venir las primeras escritoras de cierto renombre, las demás ya fueron más accesibles», añade Lores. Ana Fraga las ha ido recordando, apuntando cada club en una cuartilla manuscrita, un detalle maravilloso. Igual que el café compartido y los encuentros entre letras, algunos con tres horas de duración. Allí uno se siente como en casa, como cuando existían mesas camillas y braseros y todos se disponían a comer y a escuchar lo que cada cual va diciendo.
El sueño de estas lectoras entregadas, sin embargo, surgió mucho antes. Al crear la Asociación de Mulleres Rurais Amarinda, en abril de 2016, una entidad que en la actualidad está integrada por algo más de medio centenar de vecinas de Mourente y de la que es presidenta María Lores.
Vínculos de mujeres en el rural gallego
«Nuestra idea era fortalecer los vínculos en el rural entre mujeres gallegas, generando bienestar y entretenimiento», explica María Lores. «Pensábamos que las parroquias estaban perdiendo esos círculos de comunicación que antes resultaban tan frecuentes, porque ibas de finca a finca a trabajar y te encontrabas por los caminos a los vecinos, donde hablabas. Ahora puedes andar y no ves a nadie», aclara la presidenta de la Asociación y el Club de Lectura.
«¿Dónde se juntaban antes las mujeres? En los lavaderos. Nosotros somos una asociación rural, podemos tener todas las características de lo urbano, pero lo que nos define es lo rural», sostiene la presidenta de Amarinda. Se muestran orgullosas de saber lo que supone andar en la tierra, en las fincas, y convencidas de que ese rasgo les otorga un carácter y una forma de ver la vida de una manera diferente.
«Antes había un contacto diferente en la aldea que ahora estamos perdiendo. Puedes llevarte muy bien con el vecindario pero cada uno está en su casa», incide Ana Fraga. «Nos dimos cuenta que hay mucha gente mayor, muchas mujeres viudas que viven solas o casi solas y esas mujeres decían que en invierno a las 18:30 se iban para la cama aburridas porque no tenían nada que hacer porque total van a estar viendo la televisión. Aunque parezca una tontería, desde ahora se ha creado un grupo que ya tiene sus actividades de memoria, de manualidades y la vida les ha cambiado. Han socializado y se encuentran mejor», explica María Lores.
Algunas actividades las sufraga el Concello de Pontevedra, al que pertenecen, pero el resto lo mantienen ellas con su esfuerzo, dedicación y fondos. Es la gran Obra Social que muchas empresas quieren incentivar a través de sus departamentos de Responsabilidad Corporativa que no encuentran proyectos sólidos que apoyar, así que desde las páginas de Diario Marín les animamos a que consulten la iniciativa de estas mujeres rurales que tan importante resultan para sus respectivas comunidades, para atraer fondos que las cohesione, que no las aísle, que hagan del rural una forma de vida elegida, incluso para muchas familias urbanas. Desde aquí les doy las gracias a ellas por no olvidarse de lo importante que son esas mujeres solas, la esencia de Galicia.
¡Qué buena idea! En las zonas rurales hay más conexiones entre vecinos, aunque se haya perdido, ¡nada que ver con las ciudades! ¡¡La literatura une siempre!!
Enhorabuena!!!!, tuve el privilegio de compartir con estas Mujeres lectura y café, además de, con una gran autora que me encandiló al igual que ellas…. Por muchas lecturas más , y sobre todo: Gracias