Antes de comenzar su discurso de investidura, Alberto Núñez Feijóo publicó esta foto con un pie de foto en el que incidía que seguía trabajando. Exacto. No podía hacer otra cosa más que trabajar. Ni PNV, ni ERC, ni Junts, le van a dar el puñado de votos, cuatro, que le faltan para convertirse en el nuevo presidente del Gobierno. Se abre el turno para que PSOE y su líder, Pedro Sánchez, pruebe suerte.
El Discurso que comenzó a las 12 horas resultó una mano tendida a los socialistas y el comienzo del nuevo lema electoralista en caso de que su contrincante no alcance los votos necesarios para gobernar: NO a la Amnistía. Se presentó acompañado por toda la plana mayor del PP y por todos los barones de las Comunidades donde el PP gobierna, y todos los alcaldes de su formación. Quería dar la imagen de apoyo, sin fisuras, después de que en la noche electoral sus votantes victorearan a Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y no a él.
El resto de temas fueron secundarios. No habló de un programa de Gobierno, que es lo que se suele hacer en estos casos, sino de Pactos de Estado, que los socialistas no compartieron por su manera diferente de pensar. Sin embargo y ante su electorado, Feijóo cumplió. El objetivo era indicarles que no ha sido elegido presidente porque él no vendió su país a quienes traicionaron a España.
Sí Pedro Sánchez no consigue gobernar, sin duda, ese mensaje le podrá dar una supuesta victoria en las elecciones futuras. Quien sabe. Puede ser o no. En cualquier caso, todos en política conocemos que gobernar sin catalanes ni vascos resulta casi imposible, a no ser que la población se escore muchísimo a un gran partido u otro. No parece ser éste el momento. Guste o no guste. Las cifras, las combinaciones, no dan con el reparto actual.
El ‘Efecto Rajoy’
Pero Feijóo no ha sucumbido al ‘Efecto Rajoy’ ni ha esperado en un bar de una esquina de Madrid para rendirse. No estaba tomando whiskys sino trabajando. No se ha presentado a la investidura para ganar, sino para decirles a los suyos, que no se desesperen, que el gallego tiene fama de trabajador y él va a cumplir con esa expectativa, que cada paso supone un gran avance. Sin posibilidades, pero con valentía y arrojo, y eso es digno de aplaudir. Otros pensarán que ha hecho el ridículo, pero su electorado no y who knows… si hay repetición de las mejores jugadas, lo mismo lo logra.
Desde luego que ayer, Santiago Abascal, el líder de Vox, que toda España se enteró que su abuela era gallega y galegafalante, se mostró moderado. No parecía él. Entre ambos, había miradas, sonrisas cómplices. Fueron los únicos que les dieron el sí de manera categórica frente al «No» del resto. Queda pendiente la votación, sólo cuatro votos le separan de La Moncloa y sólo si existiera trasfugismo, lo conseguiría. Veremos hoy.