Hoy se cumple el Primer Aniversario del fallecimiento por COVID-19 de Javier Marías, el escritor que debería haber sido el próximo Premio Nobel. En aquel año, 2022, presentaba mi primera novela #ElPazodeLourizán en la Feria de Libro de Madrid y se la iba a llevar como un gesto de primera novelista a alguien que tanto había impactado en mi trabajo.
Suponía un agradecimiento al recuerdo de ese primer encuentro en el que me aconsejó leer “Mañana en la batalla piensa en mí”, pero no le encontré. Nunca pensé que estuviera enfermo. No lo había leído en ninguna parte, más bien imaginé que estaría viajando por algún país.
Desconocía que se batía entre la vida y la muerte en un hospital de Madrid. ¡Me imagino el sufrimiento de su mujer en esos momentos, una mujer, su propia editora, que había elegido ser anónima… hasta que luego ocurrió lo inesperado! Me quedé huérfana de maestro.
La obra firmada por su puño y letra
Me había leído todos y cada uno de sus libros y ninguno me decepcionó. Todos tan pausados, tan magistralmente bien escritos. Son los libros más preciados que poseo: su obra firmada y dedicada por su puño y letra. Año a año.
Para mí siempre será mi escritor preferido. Al que levemente me acerqué cuando tenía 25 años (ahora tengo 54). En ese momento, en su caseta de la Feria del Libro de Madrid no había nadie porque todavía no era el archiconocido “Marías”. Al ver esa esquiva mirada y ese gran atractivo físico me aproxime para saber quién era ese autor tan guapo y joven (me llevaba como unos veinte años pero mantenía un aspecto juvenil). Estaba, incluso, más radiante que en el sello que Correos le dedicó… y a mí me acababan de dar el primer golpe en la vida… así que superé mi timidez y le hablé.
Palabras premonitorias
Sus palabras fueron premonitorias: “Para Lola, este libro de engaños, y que no te toquen apenas en la vida”. Pero desgraciadamente, como no podía ser de otra manera pese a sus buenos deseos, me tocaron con un primer novio que me engañó ocultándome su matrimonio y su hija, luego con un marido que se prometía fiel y responsable y sólo era un granuja infiel, y ahora con los allegados de faz gris y falsa que admiten querer y es mentira. Una vez más, es lo que abunda y ya nada me sorprende. Como diría María Jiménez, “ahora ya mi mundo es otro”.
Allí mismo, entre firmas y lectores, descubrí que era el hijo del gran Julian Marías, el filósofo que mi profesor de Filosofía de COU no paraba de nombrar como su gran maestro. Le sorprendió que se lo preguntara. Luego descubrí que su madre se llamaba como yo e iba a sus Presentaciones para que me dedicaras sus novelas. Cuando me reclamaba mi nombre, le contestaba “me llamo como tú madre”.
Su ausencia no ha menguado mi devoción. De vez en cuando tomo uno de sus libros en mis manos y conversó con él. Opino. Quiero creer que sigue entre nosotros. De alguna manera lo hace a través de mi estantería, por el corazón de sus lectores y en algunos instantes siento que me susurra que no desfallezca en mi empeño. Que siga reflexionando y divagando tal y como él me enseñó en sus textos.
Adoro a Marías aunque ya no esté entre nosotros. He leido todas sus novelas y muchisimos articulos que aparecieron en El País. Soy una lectora compulsiva pero elvsiempre fue y será mi escritor favorito. Vuelvo a leer su gran obra. Hasta siempre.