Lo primero y más importante que podemos decir de un árbol como la Metasequoia glyptostroboides es que se trata de un fósil viviente, es decir, de una especie de la que solo había constancia a través de registros fósiles y que, por tanto, se pensaba extinguida e inexistente en la actualidad. Y así fue…¡hasta 1948!, nada más y nada menos, cuando se identificaron, definitivamente como tales, los ejemplares descubiertos en China unos años atrás, en 1944. Y sí, efectivamente, debió de ser como ver un mamut vivo, ¡imagínense la sorpresa y la emoción de aquel momento que no dista tanto de nuestro presente!
Otro fósil vivo del reino vegetal es, por ejemplo, el Ginkgo biloba, más popular por sus propiedades medicinales que sobrevivió a la bomba de Hiroshima y no ha sufrido apenas cambios morfológicos en cientos de millones de años. Su santuario de conservación también fue China, aunque hoy se trata de un árbol más común que nuestra homenajeada. Por cierto, pueden visitar uno magnífico relativamente cerca: el del patio del Pazo de Fonseca en Santiago de Compostela.
Pero regresemos a nuestro singular “mamut”. La Metasequoia Glyptostroboides pertenece a la familia taxodiaceace. Sus hojas se asemejan a las del “ciprés de los pantanos” perteneciente a esa misma familia (Taxodium distichum). Como curiosidad les comento que en Galicia tenemos también una representación de altura de este falso ciprés en el Jardín de Artime, en Vilagarcía de Arousa.
Sin embargo ni a la Metasequoia glyptostroboides ni al Taxodium distichum le veremos la hoja en invierno. Como caducifolias que son estas especies, el otoño lo utilizan para perder follaje que, previamente, se tiñe de amarillo, rojo y marrón. Un proceso siempre digno de observación que, al terminar, tiene como resultado su absoluta desnudez.
En España el primer ejemplar de Metasequoia fue plantado en el Pazo de Lourizán, en el Centro de Investigaciones Forestales de Lourizán.
Metosequoia del Pazo de la Saleta
Otro de los pocos ejemplares que existen en Galicia es el que habita en el Jardín Botánico de Excelencia Internacional del Pazo de la Saleta. Según su inventario, el árbol se plantó en 1993 cuando era Margaret Gimson la propietaria de la finca original. Como ocurre frecuentemente —año tras año, todos los propietarios de jardines solemos caer en el mismo error—, no se calculó bien el espacio que ocuparía y el roble de al lado extendió sus ramas sobre este bebé prehistórico que lucha sin éxito por crecer y desarrollarse, como puede observarse en la fotografía adjunta.
Para darle espacio y, por tanto vida, es necesario una tala específica y profesional de numerosas ramas del roble que así permitirán a la Metasequoia, especie en peligro de extinción, crecer con normalidad. Fue por ello que el Pazo de la Saleta organizó un mercadillo “vintage» con el fin de recaudar fondos para esta tala parcial y también concienciar a la sociedad del esfuerzo que supone el mantenimiento de un espacio de estas características. Se logró obtener la mitad de lo presupuestado para la poda de altura y pronto podrá expandirse adecuadamente.