¿Tiene Marín la necesidad de una piscina de agua salada y terminar con el único lugar que le quedan a las pequeñas embarcaciones para amarrarse? Mi respuesta es no. Sólo soy Directora de Diario Marín y me imagino que mi opinión no vale nada, pero creo que nos volvemos a equivocar.
Añoro el gusto de los portugueses por convertir lo que tienen en una fuente de ingresos para atraer el turismo y me duele que los gallegos hagamos el movimiento inverso de destruir nuestras señas de identidad por algo que ni va a atraer más visitantes, ni va a embellecer la villa, y que sólo va a dar dinero a la constructora o la empresa concesionaria que realice el proyecto a costa de los marinenses.
El turismo de Aveiro
Miro la belleza de Aveiro con sus preciosas embarcaciones y siento una nostalgia enorme. Me pregunto sin cesar por qué ellos puede embellecer sus calles con los colores de los barcos y nosotros no, por qué ellos pueden limpiar sus aguas para que parezcan brillantes y cristalinas y nosotros no. Eso a la larga son ingresos, son hoteles, son restaurantes, son turistas, son impuestos para generar más riqueza en Marín. ¿Y por qué tanta reticencia?
Un turismo sostenible como el de Aveiro que no sólo sea de verano y playa, sino que sirva para pasear en invierno, que llene los restaurantes, ahora vacíos, que sirva para generar más negocios, más vida en un pueblo maravilloso como es Marín. Que los emprendedores que arriesgan su dinero para crear hoteles, restaurantes, comercios se vean compensados con gente que viene y va, como ocurre en muchas ciudades portuguesas, y que ojalá pronto ocurra en Marín.
Un lugar donde haya embarcaciones tradicionales pintadas de colores que puedan acercarse al propio Museo Naval que podría contar con un acceso por el agua, o para acercarse a Portocelo, a Mogor, dar una vueltita por la ría, ver a las mujeres mariscadoras. No sé, a mí me parecería precioso. Me resulta mucho más gratificante que una piscina de agua salada, teniendo la playa a diez minutos, y sabiendo que ninguna mujer se va a tumbar en el césped enseñando las lorzas en mitad del casco histórico. Tampoco veo a los turistas paseando mientras está todo el mucho echándose la crema para no quemarse. A lo mejor soy yo, pero no lo veo.
La próxima apertura de El Pazo de Lourizán, cuyas obras de restauración comenzarán a finales de 2024, nos brinda una gran oportunidad a Marín por tenerlo al lado. Casi resulta más cercano visitar Marín que Pontevedra, por eso, desde mi modesto punto de vista deberíamos ir pensando que en 2025 vendrán muchos turistas a alojarse allí y sería precioso que para entonces, muchos de ellos visitaran el maravilloso Museo Naval que tiene la Escuela Naval de Marín y que se permitiera a los turistas un paso al museo a través de un puente cercano a la dársena de embarcaciones o la alternativa romántica a través del mar.
La Escuela Naval Militar se lo debe a un pueblo que se siente orgulloso por su instalación. La Autoridad Portuaria de Marín se lo debe a un pueblo que ha ido conquistando poco a poco. Es hora de devolver a la sociedad marinense lo que han recibido. ¡Ojalá ocurra!