Los misterios que esconde una puerta de hotel para Joël Dicker: la 622

Que a un autor le salga una novela prodigiosa tiene mérito, pero que escriba dos, tres, cuatro... resulta una auténtica proeza. En esta novela, el suizo Joël Dicker, mantiene al lector en vilo hasta el final.
15 de enero de 2024
joel dicker

Sólo Joël Dicker, suizo nacido en 1985, multigalardonado con el Premio de los Escritores Ginebrinos, el Premio de Novela de la Academia Francesa o el Mejor Libro del Año por los lectores de El País, entre otros muchos, puede volver a introducir al lector en una trama trepidante para que no se distraiga de asuntos cotidianos, ni de problemas, ni siquiera de alegrías.

En esta novela El enigma de la habitación 622, el autor vuelve a sumergirnos en una historia de saltos temporales que comienzan con una frase típica de novela policíaca: «Un cadáver yacía en la moqueta de la habitación 622», pero en vez de ser policías o detectives quienes van investigando el homicidio para desvelar el misterio, Joël Dicker prefiere poner al «Escritor», ¿su Alter Ego o el propio autor? y a una mujer que conoce fortuitamente en el hotel donde se encuentra esa puerta.

De esta forma y en primera persona, empieza a narrar una historia que cobra vida gracias a las pesquisas que va descubriendo el Escritor y su vecina de hotel, entorno a los enigmas de la habitación. Dicker consigue que el lector ni se pregunte cuál es la causa por la que el Escritor sabe tanto, cuando tampoco ha entrevistado a tantos personajes claves dentro de la historia. No importa. El lector sólo quiere que siga contando su cuento, que resuelva ese enigma que le trae de cabeza.

Reflexiones del ejercicio de autor

Habrá que ir leyendo apasionadamente qué pasó antes de esa frase, quiénes protagonizan la historia, cuáles fueron sus motivaciones, su pasado, sin perder ritmo, creando incluso reflexiones de autor que se salen de la trama general sin que esto moleste lo más mínimo a quien esta leyendo. Habla constante de la carrera de un escritor, de sus expectativas y frustraciones, de ese mito del «impostor» que tanto asola en la vida de los novelistas: «¿Qué lección hay que sacar de todo esto? Que aún no ha publicado usted sino dos libros y que para poder un día mirarlos, colocados de tres en tres en los escaparates de un librero, le queda mucho más por escribir». ¿No es fantástico?

Quizás sea lo que más atraiga de este novelista, sus acotaciones, reflexiones sobre el trabajo de escritor. La importancia que le da al editor porque, sin duda, se trata de una figura injustamente tratada y que tiene mucho mérito: consigue que la obra sea casi perfecta con mucha generosidad, sin aparecer en los grandes titulares ni en las entrevistas.

Por eso, el mérito de Dicker no resulta sólo crear un ambiente trepidante y situaciones desbordantes con un final siempre sorprendente. Su gran valor consiste en atrapar al lector para provocarle que medite, que sopese no sólo en la historia sino también en el alma del autor. En cualquier caso, consigue su gran objetivo: siempre deja al lector con ganas de más.

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