Las personas somos los lugares que habitamos y cuando estos se deterioran cambia la forma en que las personas funcionamos, nos relacionamos. Por ese motivo, muchos problemas psicológicos solo cambian si cambia el ambiente en el que nos desenvolvemos. En la actualidad, ya no podemos explicar la soledad únicamente desde características personales -persona antipática, arisca, hosca, retraída, solitaria- sino que los lugares determinan gran parte del funcionamiento de una persona.
Soledad o necesidad de estar solos
Dicho esto, no debemos confundir la soledad con la necesidad puntual que todos tenemos en algún momento de aislarnos del mundo. Vivimos en un mundo hiperconectado, en el que recibimos estímulos de manera constante. Soportamos elevados niveles de estrés laboral o académico, financiero, el tráfico, el transporte público, las aglomeraciones en las grandes ciudades, las redes sociales virtuales, las noticias de los informativos, la familia, la pareja, los hijos…
No extraña, por tanto, que todos necesitemos nuestros momentos de aislamiento y desconexión. Esos momentos de aislamiento son buenos y nos llevan a restablecer nuestro equilibrio interno: dedicar unas horas a escuchar música o leer, darnos un baño de agua caliente, un paseo por el parque, tomar un café en un rincón bonito de la ciudad, visitar una exposición. En los tiempos en los que nos movemos, cuidarnos debería convertirse en una de nuestras prioridades.
El 22% de jóvenes se siente aislado
Actualmente, la soledad está cambiando de personas afectadas. En un informe de redsoledad.es (con datos de 2023) vemos que la soledad no deseada es más frecuente en jóvenes con un 21,9%.
El sentimiento de soledad implica una experiencia subjetiva de abandono, de rechazo, de sentirse ignorado, excluido. Consiste en un sentimiento de ausencia de una red social que nos incluya. La persona se siente incomprendida o rechazada por los otros, o considera que las relaciones interpersonales que mantiene son insuficientes o no son de la calidad o intensidad deseadas. Es una soledad impuesta y mantenida en el tiempo. La persona siente que su conectividad social con el mundo que le rodea se ha roto. La soledad puede tener graves efectos y puede afectar a cualquier persona, de cualquier edad (Cacioppo & Cacioppo, 2018).
Nuestro bienestar psicológico depende tanto de la estimulación física como de la estimulación social. Una red social deficiente o que no satisfaga nuestras necesidades puede llevarnos a un sentimiento de soledad y ésta produce trastornos psicológicos, riesgos para la salud, aumento de la fobia social y una sensación de que se ha llegado al final; una falta de visión de futuro. La persona no es capaz de ver que hay más de lo que ve en ese momento.
La ayuda de un profesional
La experiencia de soledad se ha visto asociada con consecuencias negativas en la salud física y mental de quienes la padecen (Cacioppo & Cacioppo, 2018). Asimismo, para combatirla resulta necesario provocar cambios en el comportamiento de la persona.
El problema reside en si la persona en soledad posee la energía suficiente para llevar a cabo esos comportamientos de cambio. Si usted siente que puede encontrarse en esta situación o conoce a alguien que pueda estarlo, no dude en buscar ayuda. Los sentimientos de soledad pueden revertirse y un profesional puede ayudarle a lograrlo.
Inmaculada Quílez es psicóloga, comunicadora, divulgadora y Directora de la Sección Salud Mental y Psicología de Diario Marín.