Al poeta Sir Bran, Benito Piñeiro Sanjorge (Ardán, 1963) se le nota que aprecia más los lustros que las prisas. Cada cinco años edita un nuevo poemario «para registrar los cambios que se producen en mi manera de pensar». Con tres libros ya en su haber, este mecánico naval, que dedicó diez años de su vida a navegar antes de tener a su hijo y reciclarse en el sector de la purificación del agua, presenta este viernes en el Museo Torres de Marín su última proeza literaria, Placebo (2023), un canto a la naturaleza, que llega después de Los créditos del equilibrio (2018) e Inmoverso (2013).
De Marín, que define como «la ciudad que me habita» no le caben más que buenas palabras. Adora caminar por el Paseo Marítimo Alcalde Blanco, al que prefiere denominar «Punta Cana de Marín» por eso de la «caña» de pescar y las playas de Portocelo y Mogor con su mujer Isabel, ambos marinenses hasta la médula. Confiesa que su espíritu libre e irónico se siente más identificado con el verso suelto que con la rima asonante o consonante o la estructura rígida del soneto. Su musicalidad, cadencia y ritmo procede más de la profundidad del alma que del recurso estilístico. Si pueden escucharle este viernes 12 de enero, a las 19:30 horas, presentado por Carmen Quintero y acompañado por Ángel Marcelo Sfores, editor de tarQus, ni lo duden. ¡Vayan!
Diario Marín (DM): Cuénteme de dónde le viene la afición para la lírica, el gusto por las palabras…
Benito Piñeiro: Con 13 ó 14 ya me gustaba escribir y realizar dibujos. Tenía una libreta donde anotaba reflexiones y bocetos, que titulé Las hojas de lo imposible. Con veinte años empecé a relacionarme con páginas latinoamericanas de poetas, como Predicado, donde me hice un perfil, y poco a poco me fui introduciendo en círculos literarios, por ejemplo, en Pontevedra donde participo en tertulias.
DM: ¿Se siente influido por algún un autor en especial?
Benito Piñeiro: Siempre he admirado a la Generación del 27, con Salinas, de quienes algunas personas reconocen en mis poemas alguna influencia. Al otro lado del Atlántico, me inclino por Mario Benedetti, quien sin palabras muy rebuscadas, consigue emocionar al lector, o Borges, pero, sin duda, para mí la escritora que me conmovió y marcó fue una novelista, Ángeles Vallvey con una novela muy filosófica Los estados carenciales con la que ganó el Premio Nadal 2002 y donde se fijaba en lo que le falta a cada persona.

DM: En su nuevo libro, Placebo, que presenta este viernes en el Museo Torres de Marín destaca su portada. ¿Cuál es su principal temática?
Benito Piñeiro: Sin duda, el medio ambiente, la naturaleza, las plantas, los animales. En todo el libro, el lector se va a encontrar con alegatos sobre lo inhumano que solemos comportarnos respecto al medio ambiente. También trato de diversos aspectos como las ciudades que nos envenenan y la manera de vivir que tiene el ser humano contaminando ríos, playas, aire, pero siempre de una forma poética, sin ser catastrofista, porque al mismo tiempo hablo de la esperanza. De lo bueno, de la existencia de personas que de verdad aboga por un cambio más respetuoso con nuestro entorno. Por eso, la portada sobresale el color verde y cuenta con unas hojitas para reflejar lo bonito de la sostenibilidad, el planeta verde y lo que deberíamos respetar, siempre como un hilo conductor, aunque a veces me salgo un poco para hablar de otras cosas, pero siempre regreso ahí.
DM: ¿El bienestar de lo bello, de lo saludable, de lo ecológico?
Benito Piñeiro: Pues sí, porque a veces no nos damos cuenta, pero vamos andando y escuchamos una carcajada, que te arregla el día. Aparece como una nota de color que lo bendice todo. Eso lo cito en un poema concreto donde digo que «la risa me salva», me salva de esta ciudad.
DM: Y la poesía, ¿le salva?
Benito Piñeiro: Sin duda. La poesía me permite entender la vida. Genera en mí reflexiones sobre lo que siento ante determinadas situaciones, ante esto o aquello. Siempre que publico un libro, me siento muy feliz porque veo a la gente que escribe rodeándome. Si los libros que uno escribe no movieran ninguna emoción, entonces los autores podríamos pensar para qué, qué sentido tiene, pero en mi caso y a nivel emocional, me siento pagado con creces.
DM: ¿Y no cree que desde las instancias más altas de la cultura se debería apoyar más a la poesía y a los poetas?
Benito Piñeiro: En eso tienes razón, la poesía habría que fomentarla desde la niñez. Cuando he asistido como jurado y he visto a los niños ilusionados con la poesía, pienso que podría haber una generación que amara escribir poemas ya desde muy temprano. Y que fuera algo como la música, las artes plásticas o cualquier otro arte, porque la poesía es fácil de amar. Parece que con las tecnologías, redes sociales, se aparta un poco lo poético, pero lo poético resulta crucial en la vida. A los niños les beneficiaría, les abre campos que otra manera sería imposible. En los eventos que realizamos en Pontevedra, donde participamos cuarto en cartel, y luego dejamos el micro en abierto, no sabes la emoción que me da cuando llega una quinceañera viene y dice que quiere leer algo. Eso, para mí, supone una esperanza, como decir: Dios existe.
DM: ¿Y Marín? ¿Hábleme de su Marín?
Benito Piñeiro: De Marín hablo como la ciudad que me habita, el lugar que esconde muchas vivencias, dramas, alegrías, que se ocultan. Puedes pasar al lado de un edificio de pisos y desconocer lo que alberga. A eso me refiero. El sufrimiento que existe en algunos portales, algunas puertas y de lo que allí se esconde.
Una sensibilidad a flor de piel, que a Sir Bran (conocido así en sus redes sociales), no le gusta ni ocultar, ni esconder y que, a veces, se refleja en la bruma de su mirada.