Este viernes, 23 de febrero, se celebra el nacimiento de la gran poetisa y novelista gallega Rosalía de Castro hace 187 años. Ese mismo día de 2024, Marín celebrará un homenaje en la Biblioteca pública a las 18:30h. La figura de Rosalía representa no sólo el gran símbolo del pueblo gallego y uno de los máximos exponentes del Rexurdimento Galego tras considerarse Cantares Gallegos como la primera gran obra de la literatura gallega, sino que, además, es la gran impulsora de la poesía moderna en España junto con Gustavo Adolfo Bécquer y José de Espronceda.
Desde la misma cuna, su vida no fue nada fácil. Querida y aclamada por gallegos y castellanohablantes que han estudiado su obra gracias a ser uno de los temas incluidos en el libro de texto de Lázaro Carreter, la escritora gallega nace en la madrugada del 23 de febrero de 1837 en una casa localizada en el margen derecho del Camiño Novo (Santiago de Compostela) de padre sacerdote José Martínez Viojo (1798-1871) y madre hidalga, María Teresa de la Cruz Castro y Abadía (1804-1862), figurando como hija de padres desconocidos. De su primera crianza se hizo cargo su madrina María Francisca Martínez, fiel sirviente de la madre de la recién nacida, hasta que con sólo seis añitos, en 1943 su madre la reconoce.
Esos primeros años de crianza con su madrina, Rosalía de Castro vivirá en Ortoño una infancia que se le clavará en el alma y de esa época le quedarán los recuerdos y vestigios más sentidos por su tierra gallega, la dureza de la vida del labriego gallego y el mundo rural. La lengua gallega, las costumbres, las creencias o las cantigas serán otros elementos que se incluirán en el ADN de su obra.
A comienzos de 1850, la joven se traslada a la ciudad de Santiago de Compostela, donde vive junto a su madre, con quien había convivido en Padrón durante 1842. Será allí, en Santiago donde Rosalía recibirá la instrucción considerada por aquel entonces como la más adecuada para una joven (nociones básicas de dibujo y música) asistiendo de forma habitual a las actividades culturales promovidas por el Liceo de la Juventud junto con personalidades destacadas de la mocedad intelectual compostelana, entre ellos, Eduardo Pondal, Aurelio Aguirre y Manuel Murguía, con quien se casaría después de una estancia en Madrid, en 1856.
A los siete meses de contraer matrimonio, Rosalía dará a luz en Santiago de Compostela a su primera hija, llamada Alejandra (12 de mayo de 1859). A esta siguieron Aura (diciembre de 1868); los mellizos Gala y Ovidio (julio de 1871); Amara (julio de 1873); Adriano Honorato (marzo de 1875), quien falleció en noviembre de 1876 a consecuencia de una caída; y Valentina (febrero de 1877), nacida sin vida. Todos los hijos de Rosalía de Castro nacieron en Galicia, ya fuese en Lestrove, La Coruña o Santiago de Compostela.
El matrimonio cambiaría de domicilio en múltiples ocasiones. En el mes de septiembre de 1868, tras el levantamiento revolucionario español, conocido como La Gloriosa, su esposo Murguía pasa a ser secretario de la Junta de Santiago a director del Archivo General de Simancas, cargo que ejerció durante dos años. A partir de este momento, la vida de Rosalía se desenvolverá entre Madrid y Simancas, siendo en la ciudad vallisoletana en la que escribió gran parte de las composiciones recogidas en Follas novas.
A fines de 1869 o en 1870, Rosalía de Castro conocerá a Gustavo Adolfo Bécquer. Desde 1871, Rosalía de Castro ya no saldrá de Galicia. A partir de ese año, vivirá en las Torres de Lestrove (donde residían sus parientes los Hermida de Castro), en Drodo (A Coruña), en Santiago de Compostela y Padrón, donde se instaló en 1875.
En su época, la lengua gallega había sido desprestigiada y menospreciada hasta que Rosalía de Castro le otorgó el prestigio y reconocimiento de servir de vehículo en su obra. Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar se convierten en sus libros más emblemáticos. La primera de ellas representa un canto colectivo, artísticamente logrado, que sirvió de espejo dignificante a la comunidad gallega al emplearse su lengua y tradiciones. En la segunda obra, la autora escribió una poesía de gran profundidad, que emplea el símbolo para expresar lo inefable y que revela la plurisignificación propia de la más elevada poesía.
Finalmente, En las orillas del Sar manifiesta un tono trágico que encaja con las duras circunstancias que rodearon los últimos años de la vida de Rosalía. Escrita en castellano, la obra ahonda en el lirismo subjetivo propio de Follas novas al mismo tiempo que se consolidan las formas métricas que allí apuntaban. Inicialmente calificado de precursor y obviado por la crítica de su tiempo, hoy en día existen diferentes estudiosos que lo consideran como la principal creación poética de todo el siglo XIX.
La mala salud de la poetisa
Rosalía nunca disfrutó de una buena salud, pareciendo predestinada desde su juventud a una muerte temprana. Como detalle anecdótico cabe señalar que a su médico principal, el catedrático Maximino Teijeiro, le dedica un libro poniéndole: «De su eterna enferma». De hecho, en las pocas cartas que se conservan y que esta envió a su marido, con frecuencia se alude a las continuas dolencias que la atenazaban.
Poco tiempo antes de fallecer, la escritora decidió pasar una temporada a las orillas del mar y por ello se trasladó a Santiago de Carril. Cierto tiempo después regresó al lugar de La Matanza, donde el cáncer de útero que padecía se fue complicando progresivamente desde 1883, mermando cada vez más a la ya de por sí débil salud de la escritora.
Tras tres días de agonía falleció al mediodía del miércoles 15 de julio de 1885, en su casa de La Matanza, a consecuencia de una degeneración cancerosa del útero. El cuerpo inánime recibió sepultura al día siguiente en el cementerio de Adina, localizado en Iria Flavia, que curiosamente había sido cantado en una composición de Rosalía de Castro. No obstante, su cadáver fue exhumado el 15 de mayo de 1891 para ser llevado solemnemente a Santiago de Compostela, donde fue nuevamente sepultado en el mausoleo creado específicamente para la escritora por el escultor Jesús Landeira, situado en la capilla de la Visitación del Convento de Santo Domingo de Bonaval, en el presente Panteón de Galegos Ilustres.
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